miércoles, 15 de noviembre de 2017

NACIDA DEL ESPECTRO Y LA CARNE



Cada día se la hacía más eterno que el anterior, suponiéndose de muchas maneras pero en cualquier lugar fuera de este mundo; Dónde ella se veía a sí misma, parada bajo un portal de flores secas. Un portal que se abría al paso de su propia canción, casi un himno de ecos.
Se sumergía casi condescendiente, en su cuerpo desnudo, lívido y casi sin gracia, y flotaba en ese mar de estrellas que se destrozaba con cada roce de su perfecto y malvado aislamiento.
Se figuraba en una tristeza, en esa criatura engañosa que a veces se disfraza de consuelo, un falso apaciguamiento que imaginaba debía sentir por dentro, como la loca de las noches lluviosas con ojos que no reflejaban belleza, sino la grotesca visión de un ser al que le habían cortado sus alas, aquellas con las que alguna vez volaría a la irrealidad del frío plateado, a ese que hechiza, a ese que está en cualquier lugar fuera de este mundo.
Se vislumbraba de 5.000 formas oscuras, todas avanzando esperanzadoramente sobre una razón sin razón; Se escribía y describía en torno a su lápida caída y gastada por los siglos, como un sin fin de crujidos ecuánimes; Y sospechaba que aquel helado viento del norte le arañaría su cara, que simulaba un manto de inacción, que simulaba un amor monstruoso e inmortal, algo que reinaba en las desgracias de sus recuerdos infantiles.
Se atribuía esas guerras que renacían del perdón de los pecados y se engarfiaba en amaneceres misteriosos y sin recompensas.
Se suponía en lo hondo de la habitación, en el fondo del espejo, reventada de droga antes de la medianoche, con el caótico estupor de los ya idos, no de esta existencia torturante sino de esta realidad que aliena todos los sentidos.
Se presumía como siempre, con una terrorífica quietud de enfermedad y muerte, de sueños con olor a piel, como sabiendo que todo lo que los años destruye puede ser recuperado.
Se atribuyó en un crematorio en donde desaparecerían sus huellas y lo infinito no cesaba aunque enmudeciera y se pintará de colores estentóreos.
...Y al fin se definió como el frío, hecho del tiempo y la distancia, del miedo y la tristeza; Se definió como la hoja del jardín recién parida, como un reflejo distante de este mundo, como si el arroparse de sombra por las tardes, no significará ya, un reto para ese veneno pérfido que hervía dentro de ella.

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