Estas costuras, no
entienden de remiendos, de espacios y soledad, tampoco entienden de distancias
o de medias verdades que se saben a escondidas; No cuentan horas en un ronroneo
de la que no quiere alejarse, pero la voluntad es entregarse y el riesgo está permitido,
sienten el tacto de lo no sospechado, ese roce imperfecto que me abandonaba en
esta realidad que me consume, tan quieta, mirando un horizonte que me es
indiferente, como si de el pestañear de mariposas silvestres se tratase.
En el silencio de mi
coraza, vuelvo a repetirme y a girarme sobre un pasado tan presente que se me
hizo costumbre. Desde los segmentos de mis ir sin volver, ya era el momento de
recorrer siluetas, de saberse entera, de comprenderse desde el comienzo como
una función sin fundamento, como con un argumento en donde esconderse. En la
fugacidad de unos labios que desaparecían en los límites de lo que no es y del
saber que me estoy intentando dentro de este colapso, y que mis dedos se sacien
del ansia de los días de templanza. Donde las ganas de ofender y molestar no se
me conviertan en zumbidos que revolotean constantes y que sea inevitablemente
insoportable la tentación de soltarme, excusarme y salir corriendo. Que ni la
arena, ni el aire ni las sintonías de cada hora, sean despechos no cumplidos de
esas sábanas en que jugaban contrastes a desquiciarse y revolverme
continuamente las letras que tiraba sobre la mesa, las que caían en cualquier
lugar menos en el que correspondía. El odio se me pudría de expectativas y me
volvía sombras y ese momento ya no era el mío, tan exhausto de recuerdos, el
silencio parecía acariciarme la mejilla con la tenue luz que surgía de sus
palabras, me escupía en esa debilidad escondida y me desgranaba sobre una hoja
en blanco; Y un corazón henchido buscaba en mí y en mi pasado, algo que me
devolviera aquellas emociones, que me ahogará en el inconformismo, que me
arrastrará a la inquietud de esa soledad del saberme triste y el consolarme
miles de veces frente al espejo, cuestionándome si debía olvidarme en un
despertar o embestir esta furia en las noches que me quemaban desde dentro.
Son mis vidas profanadas
las que equivoco, corrijo y perdono; Estas casualidades, aquellos recorridos
indecentes, esos sinsentidos extraviados. Todas las cosas que dejo atrás, que
se acumulen, se entiendan y den significado a lo que no soy capaz. Ellas me
huyen con sus ojos, no necesitan verme más de la cuenta, me descubrirán y
sabrán lo que soy en realidad…Un pétalo del inframundo, que asesina hadas en
nombre de la lujuria y la locura que se estancan en lo profundo de este rojo
que pronto derramará sobre mi vientre, los últimos versos ya escritos en
muerte.
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