lunes, 20 de noviembre de 2017

CREPÚSCULO DE MARZO (CUENTO MUERTO)


Estas costuras, no entienden de remiendos, de espacios y soledad, tampoco entienden de distancias o de medias verdades que se saben a escondidas; No cuentan horas en un ronroneo de la que no quiere alejarse, pero la voluntad es entregarse y el riesgo está permitido, sienten el tacto de lo no sospechado, ese roce imperfecto que me abandonaba en esta realidad que me consume, tan quieta, mirando un horizonte que me es indiferente, como si de el pestañear de mariposas silvestres se tratase.

En el silencio de mi coraza, vuelvo a repetirme y a girarme sobre un pasado tan presente que se me hizo costumbre. Desde los segmentos de mis ir sin volver, ya era el momento de recorrer siluetas, de saberse entera, de comprenderse desde el comienzo como una función sin fundamento, como con un argumento en donde esconderse. En la fugacidad de unos labios que desaparecían en los límites de lo que no es y del saber que me estoy intentando dentro de este colapso, y que mis dedos se sacien del ansia de los días de templanza. Donde las ganas de ofender y molestar no se me conviertan en zumbidos que revolotean constantes y que sea inevitablemente insoportable la tentación de soltarme, excusarme y salir corriendo. Que ni la arena, ni el aire ni las sintonías de cada hora, sean despechos no cumplidos de esas sábanas en que jugaban contrastes a desquiciarse y revolverme continuamente las letras que tiraba sobre la mesa, las que caían en cualquier lugar menos en el que correspondía. El odio se me pudría de expectativas y me volvía sombras y ese momento ya no era el mío, tan exhausto de recuerdos, el silencio parecía acariciarme la mejilla con la tenue luz que surgía de sus palabras, me escupía en esa debilidad escondida y me desgranaba sobre una hoja en blanco; Y un corazón henchido buscaba en mí y en mi pasado, algo que me devolviera aquellas emociones, que me ahogará en el inconformismo, que me arrastrará a la inquietud de esa soledad del saberme triste y el consolarme miles de veces frente al espejo, cuestionándome si debía olvidarme en un despertar o embestir esta furia en las noches que me quemaban desde dentro.
Son mis vidas profanadas las que equivoco, corrijo y perdono; Estas casualidades, aquellos recorridos indecentes, esos sinsentidos extraviados. Todas las cosas que dejo atrás, que se acumulen, se entiendan y den significado a lo que no soy capaz. Ellas me huyen con sus ojos, no necesitan verme más de la cuenta, me descubrirán y sabrán lo que soy en realidad…Un pétalo del inframundo, que asesina hadas en nombre de la lujuria y la locura que se estancan en lo profundo de este rojo que pronto derramará sobre mi vientre, los últimos versos ya escritos en muerte.

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