jueves, 16 de mayo de 2019

LAS LÁGRIMAS QUE SALTAN DESDE LO INFINITO


"...Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas"
(La muerte de los amantes: Charles Baudelaire)

Mis dedos se enredaban en ese mar de fierros, mis ojos tratando de buscarte, mis gemidos cada vez más débiles se unieron a tu respirar que sentía por algún lugar cercano.

No decías palabra y eso me desesperaba, hace minutos atrás me hablaste de todo un poco. Hace minutos, justo cuando me miraste y me tocaste la mejilla con tu derecha y la otra en el volante, en ese instante, la sombra atroz de las circunstancias se nos vino encima. Una monstruosa máquina de carga nos redujo a amantes torturados, prisioneros entre latas.

Al fin tocaba algo parecido a tu mano, la agarré con fuerza al tiempo que trataba de sacudirte y obtener respuesta, cualquiera, sólo respuesta. De mis ojos se desprendió la lágrima del deseo perdido. Ya no respirabas, no hubo necesidad de comprobarlo, sentí tu despedida, tu beso tibio.

Tardaron casi una eternidad en aparecer con ayuda, cuando al fin pudieron despejar los escombros, se encontraron con aquel escenario. Las manos unidas en un triste intento por rescatarse mutuamente, los amantes habían desparecido. Uno primero, el otro más tarde…La escena era dantesca, sangre, carnes abiertas. Pero dentro de todo eso, se adivinaba el latir que en vida se habían entregado aquellos, ésos a los que hoy, pasajeros que transitan cerca de la carretera les rinden culto con velas y oraciones silenciosas, a la animita que en otros tiempos erigieron en señal de ese amor eterno.

martes, 14 de mayo de 2019

NOCHES DE BLANCO PAVOR




“Quizás comprendiste ya que los fantasmas
son invisibles porque los llevamos dentro”
(Marguerite Yourcenar)


Allá en la noche crecían ojos, mientras las calles apenas me soportaban, mientras me recortaban los bordes, y fue ese dolor que me trajo de vuelta a mi vida transparente, con las piernas hundidas en el barro y los dientes rotos.
“…Y los golpes me mezclaron los recuerdos, donde todo era espeso y mugriento en aquel rincón de la casa oscura, donde también el silencio deformaba mis pasos que se oían huecos. Desconocía del cómo había llegado allí, maldije mi memoria.”
Era noche de luna, y seguía temblando mientras el barro se me secaba en el cuerpo, la sangre que chorreaba de mi boca se había convertido en una costra molesta, y me repetía a mi misma a modo de tranquilizarme “sigo aquí, sigo aquí…” Saliendo de mi estupor me obligue con violencia a recuperar el aliento en ruidosos e histéricos resuellos, a limpiarme los ojos tan llenos de sombras. Las luces de la ciudad estaban lejos, muy lejos, y no lograba distinguir el camino de vuelta.
Me dije que era un juego, mientras era conducida de forma inexorable al laberinto de mi angustia; “Sigo aquí, sigo aquí”, se tranquiliza.
“…Una mujer me miraba desde el otro lado del pasillo, una mujer desconocida, la ampolleta que colgaba de una viga del techo, parpadeaba y a ratos, me dejaba adivinar las formas de aquella imagen de belleza maldita. Esos ojos parecían dos espejos sin fondo, y sus cabellos rojos eran removidos con la nocturna brisa invernal que se colaba por las rendijas de la pared. Mi mente se encendió, y pude darse cuenta donde me encontraba. Había escuchado tantas historias que se tejían en torno a ese lugar, la bella, antigua y desmembrada casona en las afueras de la ciudad, empotrada en medio del bosque, a kilómetros de la carretera.”
Olía muerte, a su muerte. “Sigo aquí, sigo aquí”, me tranquilizo. El frío me había entumecido y me daba malestares a destiempo, miré el cielo mientras ese viento de madrugada corría la luna de su lugar, parecía una noche que pedía clemencia, pero no la otorgaba. Olía a dolor, a vacío, a nada. Otra pregunta brotó de mis labios secos, “¿el amanecer me encontrará despierta, me encontrará viva?”. Inmóvil me mantuve unos minutos, comenzaba a llover nuevamente.
“…No había luz que mejor la recortará, ¡¿dónde estás hoy, detrás de qué pared puedo encontrarte?! Grite mientras manoteaba el silencio. Una tallada puerta de madera que se incrustaba en la parte frontal, ¡por ahí había entrado!, y ahora podía verlo con claridad en los espejos de mi memoria. Lloré, arrodillada, con las manos y la cara pegadas al suelo.”
Soñaba otra vez, pero al abrir los ojos volvían los gritos sin consuelo; aún trataba de encontrar el camino al hogar, aún trataba de adivinar algo en ese paisaje callado. Mis dientes rechinaron ausencia de rabia “¿Qué hago aquí, cuándo voy a morir?”. Una brisa helada comenzó a trepar viscosa por mis piernas desnudas y heridas, di un salto, la brisa se retiró. La extraña quietud del lugar empezó a hacerse latente, había un olor púrpura en el aire, metálico.
“…Con dificultad pude avanzar unos cuantos pasos, y ahora aquella mujer, era figura pasmosa, fantasmal sin consistencia, me arriesgue, necesitaba saber quién, por qué y para qué. Cuántas veces había esquivado esa casa por miedo a tropezarme con los espantos que decían allí, habitaban. Un espanto, eso es, me dije sonriendo. Pero en el fondo de mi corazón, la respuesta era otra.
No era primera vez que se me interponía en el camino, ni tampoco lugar exclusivo; Ya la había descubierto de niña, entre las sombras de mi habitación consumida en lo eterno de mis latidos, de las mejillas insensibles por los castigos de mi madre. Ya había sentido la fría caricia con que mi piel se erizaba, y con mis pupilas inyectadas de vacío, por fin le contaba a nadie lo que me dolía.
Una carcajada me hizo temblar, así me di cuenta que alguien me estaba soñando.”
Había caído derrotada por la noche, y ahora me arrastraba por las piedras con una sensación de libertad, de ridícula libertad. Anhelaba las brumas mañaneras pero el tiempo descansaba como un animal muerto, nada me había resultado tan lejano nunca. La noche me había atrapado entre demonios, tan muertos como si nunca hubiesen amado pero a la vez tan amados como el odio mismo. El corazón me latía lento, muy lento, y aún no podía escapar de esa trampa. Brotó el llanto profundo, y supe que era el alma que se me escapaba por los ojos. Las manos se me desarmaron frente a un furioso viento y es tanta la pena que no vale ni el instante en que respiro, la distancia me astilla y el funesto ataque no se hizo esperar.
“…El fantasma me tenía atrapada en un abrazo mortal, mientras me ofrecía sus labios con voluptuosidad, y ese beso empezó a transformarse en una sentencia de muerte para mí. Y en medio de mi agonía horrible y eterna, detrás del espectro pude distinguir unos brillantes ojos que me hablaron del horror y de todo el encierro que en esa figura fantasmal existía. Ella era un pasillo repleto de puertas y había abierto la equivocada, hace años de eso.
Noches de blanco pavor, una tras otra, que representaron mi espectáculo de aullidos, en un pasado que estaba muerto y todo en el estaba muerto. Y se da cuenta, más bien, es ese olor lo que evita que se le borre ese viejo recuerdo, esa vieja película, en que las dos pasábamos las tardes entre vientos y lloviznas, columpiándonos en el jardín, corriendo a pies descalzos sobre la húmeda hierba; Tarde para saber que habitábamos en la oscuridad más profunda.”
Y el funesto ataque no se hizo esperar, una pelea cruel y encarnizada. La vida se me escapaba poco a poco por la brutal herida que recibí. Tengo en mí tantos colores, colores que se van apagando en esta espesa y desesperante oscuridad que con delirio comienza a besarme. Levanté mi mirada vidriosa, y pude ver a un ser deforme que se me acercaba gateando de manera grotesca, ya a pocos metros, se irguió tomando nueva forma.
Se acercó a mi cuerpo malherido y me sostuvo entre sus pálidos brazos, hace rato ya, que el dolor intenso me asfixiaba como látigo y había terminado por convertirse en entumecimiento y sopor. “¿Cómo se vuelve del adiós?, preguntó con voz celestial y cantarina, la que luego se torno en un horrible alarido que destrozó el paisaje, lo pintoresco (lo poco pintoresco) del lugar. “Seremos carne de la nostalgia y no ha de importarnos, es un alivio haber vivido tantos años para llegar a este instante” le respondí en un susurro, parecido al aliento de esos pájaros que no vuelan ni vuelven.
“Me resbalé de sus manos y caí a sus pies, con los ojos hundidos en un pozo que me tragaba, caí como la sombra de una pena. Aulló su abandono, mientras observaba como ese sueño sin cumplir se desangraba ante los ojos de su dueña. ¿Qué sabía yo que ella no, qué secreto nos pertenecía? No existía como ella, no existía, pero estaba allí, la había visto, me había visto, porque habíamos cruzado delante de un espejo en el oscuro corredor de nuestra casona olvidada.

Antes que el viento sacudiera nuestros huesos, nos encaminamos al bosque, en donde sólo el silencio de una silueta se marchaba para siempre”.

ENTONCES, OCURRIÓ...




Avanzaba a través de la noche, en el silencio, la luna lo guiaba a través del solitario camino. Entonces oyo una carcajada dantesca que lo ocupó todo, su piel se erizó. Detuvo el paso y allá a lo lejos, entre mar de árboles pudo adivinar figuras, más que figuras eran sombras irreconocibles, que comenzaban a acercarse, tratando de rodearlo y atraparlo; Consiguió zafarme entre tirones pero aquellas sombras lo siguieron y a la luz de la luna pudo notar que todas se le parecían. Para sobrevivir a aquella pesadilla, golpeo a muchos de sus fantasmas; Ya corriendo en dirección opuesta a lo que en principio era su rumbo, en la lejanía los ecos de risas lo golpeaban junto con el frío viento, hasta que cesaron, entonces supo que ya todos sus miedos habían dejado de seguirlo y al fin pudo recuperar el silencio.

PALACIO DE CUERVOS







Estaba cansado y con la expresión de siempre. ¿Cuánto llevaba así, consumiéndose en la certeza del sinsentido de este juego?
Entró al baño, se miró al espejo, y ahí estaba el mismo rostro devolviéndole la mirada; Compañeros inseparables, su reflejo y él, mostrándose entre compasión y burla.
Con precisión en sus movimientos y las manos y después la cara –quería estar presentable para el último acto de la función-.
Vagando sin aliento por su propia mente, cayó al precipicio de su nostalgia, y en esa fría y silenciosa noche, olvidándose de la distancia, decidió convertirse en el fantasma de sus recuerdos, enredándose entre palabras carmesí, nunca se sintió más vivo que cuando ya se le cerraban los ojos y despertaba en su única realidad: la de los muertos.

miércoles, 8 de mayo de 2019

LAS GARRAS DEL DIABLO (HARPAGOPHYTUM)





Lo supe desde el último segundo en que te sentí, las cosas se venían desde hace algún tiempo; Yo te observaba con mis ojos, perdidos en ti, en tus manos, en tu cabello, en tu voz. Tú, me mirabas vacío.
Te sujete con dedos temblorosos y ya no eras, mi lágrima no alcanzo a rozarte. Mis labios te pronunciaban locos pero ya no estabas, bajé la cabeza y sólo me quedaron un montón de recuerdos, manchados en tinta, sangre y sueños que nunca se cumplieron.
Los atardeceres que predecían noches de eterna angustia, me aplastaban, me sofocaban…Debía ir, tomar camino y verte, aunque eso me significará el golpe que no quería recibir. Nunca me atreví a deambular por esos lugares, no conocía, pero agarré marcha y con el torbellino en mi interior, fui.
Quería encontrarte solo, porque enfrentarte ya me ponía nerviosa, pero que hubiesen más mirándome me volvería irritable. Me acerqué y el cuchicheo no tardo en llegar a mis oídos, a los que hice, caso omiso.
“Debió odiarlo mucho, siempre le trae esas horribles flores, pero es extraño, las antiguas no las tira, se las lleva con ella”.
Una vez me dijiste bromeando, cuando aún no sabíamos de tu enfermedad: “No tendré tumba, pero en el caso que la tuviese, llévame las flores más horribles que encuentres”, no pregunte el porqué, ya sabía la respuesta.
Y agregaste que cada vez fuera de visita, me llevará conmigo las flores podridas, así siempre tendría un poco de ti.
Y así fue por aniversarios de aniversarios, hasta que llegó el día en ya no pude ir. Ahora, desde esta insania que a ratos luce cuerda, me pregunto tristemente: “¿Tendré que seguir preocupada por si alguien sabe el secreto de los dos? O ¿estarás observándome desde ésas del jardín?”; Y así pasan mis pocos días pensando con constancia cuando veo a las horribles y olvidadas que nadie más quiere cuidar en el huerto de este asilo, ya que a los que se han atrevido a hacerlo, se los ha llevado con ellas hasta las profundidades en donde tú esperas con olor a fantasma.

lunes, 6 de mayo de 2019

ESTA NOCHE EL AGUA CAE A GRITOS




Había cubierto todos los espejos, había sacado todo ángel o figurita que se enclavaba en las esquinas, porque ahí dicen que nos vamos cuando partimos de este mundo. Tenía que dejarte ir, no quería prisioneros en mi casa.
El sepelio no había estado de lo mejorcito, mucha vieja llorona, y yo, que sólo quería masticar mi tristeza en solitario. Tantos sobajeos de espalda, tantos "cualquier cosa que necesites cuenta conmigo"...Que odiosa suele ser la gente a veces.
Por fin, después de tantos cuchicheos y desfiles desde el comedor a la cocina en busca de café, por gente a la que ni conocía. Me dejaron en paz, en el silencio abrumante pero necesario; La cabeza me daba vueltas, puede que entre copita y copita ofrecida se haya hecho el litro de vino.
Afuera, llovía copiosamente, hace un par de minutos se había largado con todo. Que relajante era oír el golpeteo del agua en los cristales del ventanal. Me había ovillado en el sofá, donde pasábamos horas y horas, discutiendo de películas o simplemente, disfrutándonos sin palabras, con los dedos entrelazados bajo la frazada. Sucedía que era una de esas noches en la que se necesita de compañía, y tú no estabas aquí.
Mis ojos no te lloran, nunca te llorarán. Sólo que te sufriré como dije que lo haría el día llegado, desde el alma (en caso de que exista).
Nunca sentí tanto frío como hoy, me atravesaba los huesos, me taladraba en lo hondo del tuétano.
Te amo, te seguiré amando hasta cuando ya ni el recuerdo de tu sombra me quedé.
Me sumí entre sueños y pensamientos y al abrir los ojos, estabas a mí lado, recostado. (Nos acomodábamos como se podía en el viejo sofá). Estabas a mi lado, aún era de noche, aún llovía. Pero estabas junto a mí, y no sé porque.
Lo descubrí a la mañana siguiente cuando el estridente grito de la señora que venía los Viernes a limpiar me sacudió hasta la última molécula. Me miraba extrañamente asustada, con los ojos brillosos y con una mano tapaba su boca.
Quise quedarme contigo para siempre, ahora vivimos en la habitación cerrada que servía de bodega y nos movemos de aquí para allá, con ancha libertad, tenemos la vía. El espejo que oculto entre cajas y catres desarmados, se me olvido cubrir.