Había cubierto todos los
espejos, había sacado todo ángel o figurita que se enclavaba en las esquinas,
porque ahí dicen que nos vamos cuando partimos de este mundo. Tenía que dejarte
ir, no quería prisioneros en mi casa.
El sepelio no había
estado de lo mejorcito, mucha vieja llorona, y yo, que sólo quería masticar mi
tristeza en solitario. Tantos sobajeos de espalda, tantos "cualquier cosa
que necesites cuenta conmigo"...Que odiosa suele ser la gente a veces.
Por fin, después de
tantos cuchicheos y desfiles desde el comedor a la cocina en busca de café, por
gente a la que ni conocía. Me dejaron en paz, en el silencio abrumante pero
necesario; La cabeza me daba vueltas, puede que entre copita y copita ofrecida
se haya hecho el litro de vino.
Afuera, llovía
copiosamente, hace un par de minutos se había largado con todo. Que relajante
era oír el golpeteo del agua en los cristales del ventanal. Me había ovillado
en el sofá, donde pasábamos horas y horas, discutiendo de películas o
simplemente, disfrutándonos sin palabras, con los dedos entrelazados bajo la
frazada. Sucedía que era una de esas noches en la que se necesita de compañía,
y tú no estabas aquí.
Mis ojos no te lloran,
nunca te llorarán. Sólo que te sufriré como dije que lo haría el día llegado,
desde el alma (en caso de que exista).
Nunca sentí tanto frío
como hoy, me atravesaba los huesos, me taladraba en lo hondo del tuétano.
Te amo, te seguiré amando
hasta cuando ya ni el recuerdo de tu sombra me quedé.
Me sumí entre sueños y
pensamientos y al abrir los ojos, estabas a mí lado, recostado. (Nos
acomodábamos como se podía en el viejo sofá). Estabas a mi lado, aún era de
noche, aún llovía. Pero estabas junto a mí, y no sé porque.
Lo descubrí a la mañana
siguiente cuando el estridente grito de la señora que venía los Viernes a
limpiar me sacudió hasta la última molécula. Me miraba extrañamente asustada,
con los ojos brillosos y con una mano tapaba su boca.
Quise quedarme contigo
para siempre, ahora vivimos en la habitación cerrada que servía de bodega y nos
movemos de aquí para allá, con ancha libertad, tenemos la vía. El espejo que
oculto entre cajas y catres desarmados, se me olvido cubrir.
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