martes, 9 de octubre de 2018

EL DISTANTE CONSUELO



Se acercó a la ventana, casi al borde de la cornisa, esa fue la última vez, que vio el antejardín...

Corrían los años 60, era una familia acomodada la que acaba de llegar al barrio, quizás la más pudiente de las que por esos lados existían. El padre poseía una empresa importadora de productos europeos, los que luego comercializaba en la zona; Su señora esposa sólo se dedicaba a la beneficencia y a asistir a sus hijas en sus clases particulares. Bernardita era la mayor, de larga y ondulada cabellera, que brillaba como el maíz bajo la luz, ojos transparentes dignos de una oceánida, de voz dulce y muy femeninos modales, como se les suele educar a jovencitas de esa alcurnia. Isabel, la del medio, tal a su hermana mayor, pero aún se encontraba en proceso de reconversión. Y por último, estaba Clara, la menor, la “vergüenza” de la familia. La pobre niña había nacido con problemas psicomotrices y de aprendizaje, podría decirse que estaba en la categoría “idiot-savant”.
En los primeros años, Clarita, como le decían, corría de aquí hacía allá, a sus anchas, sin prohibiciones que luego con el correr del tiempo le fueron impuestas. Duras prohibiciones, sobre todo cuando no se comportaba ni se mantenía en su papel de “niña bien”, en eventos sociales. La madre y las hermanas no sabían como contenerla, Papá, no se metía mucho en cosas de ese tipo, ya bastante ocupado andaba con sus negocios.
Al llegar los castigos, ella no entendía que había hecho mal, no comprendía porque la trataban así. Sólo lloraba en silencio, encerrada en la habitación, mientras oía música y risas de lo que se celebraba en el piso superior.
Cierto día, todo cambio, pero para peor. Ya, Bernardita estaba pronta a sus 15 años, edad en que son presentadas en sociedad. Se le había confeccionado un vestido espectacular, el salón en que se celebraría estaba de punta en blanco, hasta el caballero designado se había elegido con cuidado. Todo estaba impeque, como se dice.
Clara, del momento en que vio al acompañante Bernardita, no pudo contenerse en su asiento. Sus torpes pasos se enredaron en el vestido de su hermana, y ésta cayó de bruces provocando el espanto y sorpresa de las señoras presentes. La madre agarró fuertemente a Clarita del brazo, y entre sonrisas avergonzadas la llevó fuera del lujoso recinto, la empujó dentro del automóvil familiar y ordenándole al chofer que la llevará hasta casa, no espero que el vehículo se alejará, entró apresuradamente de vuelta al salón. En la mansión, Clarita fue recibida por una de las criadas, la más vieja y quien le tenía bastante compasión. La mujer la baño y le puso ropa limpia.
Horas más tarde llegó el resto de la familia, la madre corrió escaleras arriba a enfrentar a su hija menor...Clarita quien en esos instantes jugaba con su muñeca favorita, tuvo que soltarla al verse zamarreada por su madre. Por esa carita con evidentes rasgos  de vergüenza, resbalaron varias lágrimas, y entre su “estupidez” lograba dar explicaciones entrecortadas por su voz gangosa. No hubo miramientos.
Desde esa tarde, la hija menor de la familia de apellido extranjero, fue confinada a una habitación que se le preparó en lo alto, la buhardilla. Ya no hubo apariciones ni en sociedad, ni familia; Aunque si breves visitas de sus hermanas, la madre (de vez en cuando), el padre (casi nunca) y la que permanecía siempre a su lado era la vieja criada.
Clarita desde su única visión del mundo exterior, observaba como el que había sido el acompañante de su hermano en el trágico evento, ahora se convertía en una especie de novio.
Ella sabía sentir más que los demás, lo que le hacía poner impotente era el hecho de no poder comunicarse, de expresar sus ideas fluidamente. Pensaba que la única en entenderla era Domitila, la criada fiel. La sentía por las noches acercarse a su cama y arroparla, acariciarle el cabello con amor de madre. En ese encierro paso otros tres años. Tres eternos años, y cada vez en su interior se acumulaba experiencia, experiencia que le era entregada por los pocos libros que en un estante al otro lado de la buhardilla descansaban, por sus observaciones y extensos análisis que le hacía a los diversos bichitos que pululaban por ahí.
La primera vez que trató de sentir algo más que encierro, abrió la ventana de par en par, se acercó a ella y cerró los ojos; Pero desde abajo le observaron con horror, creyendo que “la tontita” (como ya había escuchado antes referirse a ella), se lanzaría...Le clausuraron la luz, esa fue la última vez que vio su antejardín. Le fue fácil atrapar ese cuadro con tantos colores, pues era primavera.
...Esa casona fue pocas veces habitada luego de la muerte  de todos los miembros de la familia. Los que allí moraron, dicen que dentro se sentía un frío horrible, aún puesta la calefacción al máximo. Pero lo más desesperante de vivir allí, era esa tristeza infinita impregnada en los muros, esas sensaciones de abandono y soledad...Dicen que una vez, vieron a una niña que desde lo alto de la escalera le saludaba sonrisa en rostro inocente.

viernes, 31 de agosto de 2018

MALEVOLYUM

(Este relato es un amigo muy querido, al cual no le fue posible compartirlo por otra red social)



Llegaba yo a Catemu, cruzando en mi motocicleta el largo puente sobre el río Maipo, recordando los peregrinajes nocturnos de muchos años atrás de los pueblerinos que decían que en la rivera del río se aparecía la Santa Virgen. Casi llegando al final del puente mi vista se concentró en un agitado árbol del que cayó un quejumbroso hombre, inmediatamente cambié de dirección y bajé al lecho del Maipo en donde encontré a un adolorido tipo chapoteando en el barro con una cuerda atada al cuello.
- ¡Pero qué pasa, hombre! ¡¿Qué se supone que estás haciendo?! - Le increpé al desconocido, un flaco de alrededor de 50 y tantos años a quien le extendí la mano para ayudarlo a salir del barro. El hombre se levantó, me abrazó y comenzó a llorar a gritos. Le quité la soga del cuello y traté de calmarlo. Entre sollozos de él y mi completo mutismo nos sentamos a la sombra del mismo árbol. El sol del verano quema incluso a las once de la mañana en el valle central, el viento hace silbar a los árboles y la brisa trae el frescor de las aguas del Maipo; ante tan bucólica postal le pregunté, cuando ya estaba más calmo el individuo, que lo motivó a tan drástica decisión, él clavó sus ojos grises en mí, se sonó con la manga de la sucia camisa y esto es, palabra por palabra, lo que me contó.

"Me llamo Rubén Espinoza, pero todos me conocen por El Gran Rubensini, a lo mejor usted ha escuchado de mí, porque soy brujo y alguna vez mi anuncio aparecía en el diario, en esas páginas donde se anuncian las putas, es que era lo más barato... la verdad no creo que me conozca, al final que nadie me conoce.
Yo soy oriundo de Salamanca, pero allá todos son brujos, así que mejor me fui a la capital a probar suerte. Allá fue que publiqué mi anuncio ¡Pero hay tanta competencia y la vida es tan cara! Con suerte atendía a viejas que lloraban pa que sus esposos volvieran a la casa, que querían amarres de amor y esas tonteras, pero como nunca me resultaban bien los hechizos de amor cada vez escaseaba más la clientela. Pero una vez si resultó un amarre y la iñora que me lo encargó me dejó venirme a vivir en una casita suya en este pueblo de mierda, y como era gratis me vine, poh.
La cuestión es que acá la gente es muy beata y casi no se atreven a contactar a un brujo, de hecho casi me echaron cuando dije a qué me dedicaba, aunque les expliqué que hago pura magia blanca. Así y todo llegaban puras cabras chicas pidiendo elixires de amor, pero ya le dije que esa payasada a mi no me sale bien. Pucha, la pega iba mal y hay que comer...
Un amigo brujo de allá de Salamanca me dijo que mejor me invocara un demonio así como pa los mandados; él me contó que se había pedido uno que le concedió tres deseos y por eso ahora vive a la pinta, con una buena mujer y con la media casa allá en mi pueblo. Yo me entusiasmé, pero le pregunté si eso no era malo, si no me iba a ir pal infierno después, pero me dijo que no pasaba ná, si ni siquiera había que entregar el alma, que sólo es un truco de brujos en que los demonios quedan presos por un rato y están obligados a cumplirle a uno. La cosa es que me enseño el hechizo de invocación y así lo hice.
El año pasado, en la noche de San Juan, que no sé si se acuerda que llovía a chuzos, hice lo que mi amigo me dijo, no le voy a decir los detalles pa que usted no lo vaya hacer, aunque usted no es brujo, pero igual. Bueno, hice lo que tenía que hacer y no me va a creer que altiro tocaron la puerta, yo abro y me encuentro un pergenio chico pilucho todo mojado que tiritaba de frío que me dijo: "Tú pediste, tú obtuviste". Yo lo entré padentro, se veía bien normalito, como un cabro chico de 10 o 12 años; dijo que se llamaba Alcocer y que estaba a mi disposición, que pidiera con sabiduría. Yo le serví un mate caliente y le pasé de mi ropa pa que se abrigara mientras pensaba. Obviamente lo primero que pedí fue plata. "Espera y verás" me dijo el demonio chico y yo me largué a reír y me dormí
Cuando desperté pensé que a lo mejor había soñado todo yo, pero Alcocer estaba sentado en los pies de mi cama y me dijo: "Hecho". Vamos a ver, dije yo y salí pal centro del pueblo a revisar el Kino que había jugado el otro día ¿Me va a creer que me lo había ganado yo solito? ¡57 millones de pesos! Partí soplado a Santiago a cobrar el manso premio, pero cuando iba en el bus me llama mi hermano Fabián pa decirme que mi mamita se había muerto... Al final la plata sirvió pa darle un buen entierro a mi viejita, pa pagar unas deudas de mi hermano y pa arreglarles la casa que estaba bien pal gato. Volví como con doce millones a Catemu.
Al llegar a la casa se me ocurrió pedirle al demonio que resucitara a mi mamita, pero me explicó que esas cosas no se podían hacer, pro que si yo quería me mataba a alguien, pero ¿a quién voy a querer matar yo?
Pasaron los días y yo pensaba en qué más podía pedir. Llegó la primavera y yo veía a los cabros pololeando que pasaban de la mano y se besuqueaban en la plaza y se me iluminó la ampolleta; fui y le dije a Alcocer que quería encontrar al amor de mi vida. "Hecho" dijo el pergenio y escuché un bocinazo en la calle, me asomo a la reja y era una mujer en un auto que andaba perdida. ¡Fue amor a primera vista, oiga! ¡Sarita se llamaba! Gordita de ojos chinchosos, coloradita y buena pa reirse, nos pusimos a conversar ahí mismo y como pasaba la hora la invité a almorzar; me contó que era de Los Andes y que nunca había pasado por Catemu, que era viuda sin hijos y que estaba saliendo de una depresión y que había venido pacá por un negocio y que no resultó. Conversando y conversando se nos hizo de noche "No me quiero ir pa mi casa" me dijo ella y me chantó el manso beso, nos fuimos pa la mía y yo pensando en cómo le explicaba quien era el chiquillo que tenía conmigo, pero cuando llegamos Alcocer no estaba. Nos fuimos pa mi pieza y empezamos a hacer el amor, estábamos de lo mejor cuando la Sarita grita "¡Fuego!" ¡Se me estaba quemando la casa! Apenas alcanzamos a ponernos ropa y salir y la casa que se cae entre las llamas. Quedé con lo puesto.
Sarita me dijo que me iba ayudar, pero que tenía que hacer unos trámites en Los Andes y en Santiago, me ofreció que me fuera con ella, pero no quise, le dije que iba a ver que hacer y que la esperaba cuando se desocupara; me dio un beso y partió. Apenas se fue apareció el pergenio detrás de un árbol medio apesadumbrado, se veía re cómico con mi ropa que le quedaba grande, pero que me iba a reír si me quedé sin casa. ¿Qué pasó? le pregunté a ver si sabía algo, me dijo que estaba medio preocupado, como que algo le latía mal, me preguntó si quería otra casa, le dije que no, que quería guardar mi último deseo. Al final que me compré una casa chiquitita por 8 millones y ya casi no me estaba quedando plata.
Sarita volvió y el cabro chico se perdió de nuevo. Hablamos del futuro, de que podíamos vivir juntos, ella me dijo que feliz, pero que tenía que arreglar cosas, vender su casa, dejar su negocio en orden y se venía conmigo a fin de año ¡Yo estaba más feliz que la cresta! Sarita venía todos los fines de semana y lo pasábamos chanco, pero de un día pal otro se empezó a poner mal. Fue a ver médico y le encontraron cáncer terminal al útero. Apenas supe salí a buscar a Alcocer por ahí y apareció detrás de unas zarzamoras. Le pedí, como último deseo que me sanara a mi Sarita, lo vi como nervioso y le pregunté qué pasaba "Tengo miedo de cumplirte" yo lo quedé mirando no más "Soy un demonio menor, no manejo cohortes ni nada, estoy en vías de ascender; se puede tomar esto como un aprendizaje para mí, pero me he dado cuenta que tengo un problema que a algunos demonios nos pasa y se llama Malevolyum y resulta que por cada deseo se agrega una catástrofe..." Yo no sabía que decirle, pero me daba lo mismo, si lo que quería era que mi Sarita se sanara, si se me quemaba de nuevo la casa me importaba un pepino ¡Yo quería a mi Sarita bien y conmigo! Insistí y el volvió a decir "Hecho".
Al otro día salgo a regar las plantas del jardín y llega el auto de la Sarita, ella se baja corriendo y me dice que pasó un milagro, que ya no tenía cáncer, que estaba sanita... ¡Puta, la alegría pa grande, oiga! Pero no duró mucho, llegó justo Carabineros a buscarme, mi hermano hizo una estafa con mi nombre ¡Estaba endeudado hasta las recachas! No me fui preso, pero en el juicio igual se me hizo responsable y me quedé sin plata y pa peor la vieja que me había pasado la casa que se quemó se enteró del incendio y me la cobró, mi Sarita me dijo que me pasaba plata, pero yo no quise, además que ya estábamos a punto de empezar a vivir juntos, ya todo iba a estar bien. Partió ella pa traerse todas sus cosas en un camión, eso fue un lunes, el viernes llegaba con camas y petacas.
Alcocer apareció bien demacrado "¿Ves lo que sucede? Cada deseo tuyo atrae males" Yo le pregunté si me podía dar un último deseo como compensación por los tres que trajeron cola, él lo pensó un rato y se sonrió "Siendo un deseo fuera del canon no debería producirse Malevolyum ¡Pide, pues!" Ni tonto le pedí altiro que me sacara las deudas, que nunca más me llegaran deudas y que no volviera a tener problemas económicos. Esa misma tarde me llegó una carta del juzgado diciendo que se había arreglado el entuerto y que incluso me iban a devolver la plata, al otro día me llaman por teléfono de Salamanca pa decirme que un tío que no veía en año se había muerto y que me tocaban unos animales; con eso animales se hacía la plata pa pagarle la casa a esta otra señora ¡Todo bien!
Alcocer se despidió de mi feliz y en un parpadeo desapareció de mi vista.
El viernes estaba yo esperando a mi Sarita... No llegó. En las noticias contaban de un tremendo accidente de un camión con un Tur Bus que chocaron cerca de Los Andes, sólo una fallecida... Mi Sarita murió decapitada en la cabina del camión... ¡El mundo se me vino abajo! Yo quería puro morirme. Me dejé caer en el piso de mi casa llorando y escuché detrás mío una voz que conocía "¡Perdón, perdóname, por favor!" Me di vuelta y quise ahorcar al enano maldito, pero él me contuvo y mientras desaparecía me dijo: "Este don que te doy me cuesta mi existencia. No pude satisfacerte bien, pero entrego mi vida por la tuya. Vivirás eternamente y espero que puedas rehacer tu vida. Yo ya no seré más ni en este plano ni en ningún otro. Me despido para siempre". De primera no entendí que fue lo que me dijo, pero yo no quería vivir ¿Para qué? Sin Sarita me siento vacío... Me traté de cortar las venas, o sea, lo hice, pero solitas las carnes se juntaban ¡Mire, tengo la cicatrices de las cuatro veces que lo hice! Ahí me di cuenta que el demonio ese me regaló su vida, pero pa mi esa es una maldición, porque al menos muerto me juntaría con mi amada Sarita. ¡He intentado todo! Desde tirarme al río hasta acostarme en la calle cuando pasan los buses, pero nada, apenas machucado, ni siquiera fracturado ¡Nada resulta! Ahora trataba de ahorcarme y la rama del árbol se vino guarda abajo... ¡Pero a lo mejor con usted la cosa cambia! ¡Mire, aquí ando con el cuchillo! ¿Porqué no me corta el cuello a ver si así me muero?"


Yo agarré mi moto y subí a la carretera mientras aquel hombre me gritaba que volviera a ayudarle. Finalmente me devolví a Santiago, mi cometido estaba cumplido; la revista en la que trabajo me había encargado visitar a un famoso brujo de Catemu que decía que había hecho un pacto con el diablo y que había enloquecido cuando su mujer lo abandonó por otro brujo, pero ésta historia es mil veces mejor ¿O no?.

martes, 26 de junio de 2018

BLOQUEO (LAS SOMBRAS)




“Escribe una historia corta cada semana.
Es totalmente imposible escribir 52 malas historias seguidas.”
(Ray Bradbury)

La página en blanco frustra, cuando todo retumba contra el muro de mi silencio, donde a veces el lápiz titubeante garabatea un par de palabras que son borradas rápidamente. Y no, nada pasa por mi cabeza, esos pensamientos que se amontonan confusos se niegan a salir.
Lo único que tengo para contar es esta vida vivida, donde el sueño adolescente se me trasmutó en pesadillas y era ahí, donde comenzaba este proceso de locura.
Ahora es el tiempo el que no me perdona, ni me susurra al oído, por el contrario, me escupe en la piel para que pronto talle en sus sueños , mi mundo; Y debo romper con este sentimiento de impotencia, plasmar en un papel al primer fantasma que merodee por mi corazón.
Las sombras que me persiguen no son perfectas, me murmuran a gritos, no me dejan en paz, y me lo advierten, que sólo esperan hacerlo cuando las escriba. Pero no desean ser personajes kafkianos en una noche sin niebla, como tantos otros que han pasado por estos dedos entumecidos.
Les dije que por ahora no conseguía escribir, pero que de una u otra forma encontraría la manera de manifestarlos en algún verso, antes que se pudriesen. Ellos sólo quieren desdibujarse en mis pensamientos, tal vez por eso me he estado escondiendo detrás de estas palabras, y desde lo más profundo de la frase me encuentro rendida entre el miedo del momento muerto. El miedo ante el vacío y la sed de ideas.
Ya llevo décadas viendo este mundo infame, cada vez más cruel y lamentable, he ido acumulándolo a punto de explotar. Y necesitaba con que desahogarme, entonces caminé sobre sueños, ésa era mi doble vida; Hasta, hace días atrás, en que la soledad se me volvió frío e intensa, ante la falta de memoria, ante el sentimiento a plació viejo donde en visiones los personajes a los que he asesinado me recriminan brevemente del porqué no quise darles lugar en esta realidad o del porqué no pude perdonarles la vida ya vivida.
Podría hechizarlos a puño y letra como un fabricante de mentiras, pero ellos se consideran artesanos de mi tiempo, mi tiempo en este mundo que ya no es mi mundo, porque mi cama se me vuelve ataúd por las noches en espera de la mañana que se me antoja dura como la misma muerte y a veces se vuelve refugio cuando esa muerte momentánea es mucho más atractiva que afrontar otro día.
Y debo comenzar, como se los prometí, mirando el espejo donde mi reflejo me escarba con ojos desdeñosos y mediocres. Como se los prometí sobre este rumor de olas, en que mis minutos se mostraron fuertes, lentos y ensordecedores.
Todos los días creando escenas inconexas en ésta, mi cabeza loca, y esas ideas volviendo a la realidad se rebalsan de tanto cansancio y ya, no las uno con esa frecuencia que fueron bordadas en horas de incertidumbre.
Y así, sigo, caminando por el péndulo de la evocación inexperta, con el ansia de plasmar en el papel el más preciso y tosco verso  que rasguña desde mi interior, un verso que se vuelva húmedo beso mientras muta estación por estación.
Y aquí, me encuentro, yo, que pudiendo narrar sobre mis sombras en trazos elocuentes, contemplo mis manos que confirman las sospechas: Voy de regreso al reino de lo improbable.
…Hay muchas trabas en estos momentos, y ellas sólo me piden su muerte o sino se suicidarán a mis espaldas, pero no entienden que todas esas líneas agolpadas en estas páginas, no se me significan nada. Sólo son parte de este nefasto bloqueo.