“Escribe una historia corta cada semana.
Es totalmente imposible escribir 52 malas historias
seguidas.”
(Ray Bradbury)
La página en blanco frustra, cuando
todo retumba contra el muro de mi silencio, donde a veces el lápiz titubeante
garabatea un par de palabras que son borradas rápidamente. Y no, nada pasa por
mi cabeza, esos pensamientos que se amontonan confusos se niegan a salir.
Lo único que tengo para contar es esta
vida vivida, donde el sueño adolescente se me trasmutó en pesadillas y era ahí,
donde comenzaba este proceso de locura.
Ahora es el tiempo el que no me
perdona, ni me susurra al oído, por el contrario, me escupe en la piel para que
pronto talle en sus sueños , mi mundo; Y debo romper con este sentimiento de impotencia,
plasmar en un papel al primer fantasma que merodee por mi corazón.
Las sombras que me persiguen no son
perfectas, me murmuran a gritos, no me dejan en paz, y me lo advierten, que
sólo esperan hacerlo cuando las escriba. Pero no desean ser personajes
kafkianos en una noche sin niebla, como tantos otros que han pasado por estos
dedos entumecidos.
Les dije que por ahora no conseguía
escribir, pero que de una u otra forma encontraría la manera de manifestarlos
en algún verso, antes que se pudriesen. Ellos sólo quieren desdibujarse en mis
pensamientos, tal vez por eso me he estado escondiendo detrás de estas
palabras, y desde lo más profundo de la frase me encuentro rendida entre el
miedo del momento muerto. El miedo ante el vacío y la sed de ideas.
Ya llevo décadas viendo este mundo
infame, cada vez más cruel y lamentable, he ido acumulándolo a punto de
explotar. Y necesitaba con que desahogarme, entonces caminé sobre sueños, ésa
era mi doble vida; Hasta, hace días atrás, en que la soledad se me volvió frío
e intensa, ante la falta de memoria, ante el sentimiento a plació viejo donde
en visiones los personajes a los que he asesinado me recriminan brevemente del
porqué no quise darles lugar en esta realidad o del porqué no pude perdonarles
la vida ya vivida.
Podría hechizarlos a puño y letra como
un fabricante de mentiras, pero ellos se consideran artesanos de mi tiempo, mi
tiempo en este mundo que ya no es mi mundo, porque mi cama se me vuelve ataúd
por las noches en espera de la mañana que se me antoja dura como la misma
muerte y a veces se vuelve refugio cuando esa muerte momentánea es mucho más
atractiva que afrontar otro día.
Y debo comenzar, como se los prometí,
mirando el espejo donde mi reflejo me escarba con ojos desdeñosos y mediocres.
Como se los prometí sobre este rumor de olas, en que mis minutos se mostraron
fuertes, lentos y ensordecedores.
Todos los días creando escenas
inconexas en ésta, mi cabeza loca, y esas ideas volviendo a la realidad se
rebalsan de tanto cansancio y ya, no las uno con esa frecuencia que fueron
bordadas en horas de incertidumbre.
Y así, sigo, caminando por el péndulo
de la evocación inexperta, con el ansia de plasmar en el papel el más preciso y
tosco verso que rasguña desde mi
interior, un verso que se vuelva húmedo beso mientras muta estación por
estación.
Y aquí, me encuentro, yo, que pudiendo
narrar sobre mis sombras en trazos elocuentes, contemplo mis manos que
confirman las sospechas: Voy de regreso al reino de lo improbable.
…Hay muchas trabas en estos momentos, y
ellas sólo me piden su muerte o sino se suicidarán a mis espaldas, pero no
entienden que todas esas líneas agolpadas en estas páginas, no se me significan
nada. Sólo son parte de este nefasto bloqueo.
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