Lo
supe desde el último segundo en que te sentí, las cosas se venían desde hace
algún tiempo; Yo te observaba con mis ojos, perdidos en ti, en tus manos, en tu
cabello, en tu voz. Tú, me mirabas vacío.
Te
sujete con dedos temblorosos y ya no eras, mi lágrima no alcanzo a rozarte. Mis
labios te pronunciaban locos pero ya no estabas, bajé la cabeza y sólo me
quedaron un montón de recuerdos, manchados en tinta, sangre y sueños que nunca
se cumplieron.
Los
atardeceres que predecían noches de eterna angustia, me aplastaban, me
sofocaban…Debía ir, tomar camino y verte, aunque eso me significará el golpe
que no quería recibir. Nunca me atreví a deambular por esos lugares, no
conocía, pero agarré marcha y con el torbellino en mi interior, fui.
Quería
encontrarte solo, porque enfrentarte ya me ponía nerviosa, pero que hubiesen
más mirándome me volvería irritable. Me acerqué y el cuchicheo no tardo en
llegar a mis oídos, a los que hice, caso omiso.
“Debió
odiarlo mucho, siempre le trae esas horribles flores, pero es extraño, las
antiguas no las tira, se las lleva con ella”.
Una
vez me dijiste bromeando, cuando aún no sabíamos de tu enfermedad: “No tendré
tumba, pero en el caso que la tuviese, llévame las flores más horribles que
encuentres”, no pregunte el porqué, ya sabía la respuesta.
Y
agregaste que cada vez fuera de visita, me llevará conmigo las flores podridas,
así siempre tendría un poco de ti.
Y
así fue por aniversarios de aniversarios, hasta que llegó el día en ya no pude
ir. Ahora, desde esta insania que a ratos luce cuerda, me pregunto tristemente:
“¿Tendré que seguir preocupada por si alguien sabe el secreto de los dos? O
¿estarás observándome desde ésas del jardín?”; Y así pasan mis pocos días pensando
con constancia cuando veo a las horribles y olvidadas que nadie más quiere
cuidar en el huerto de este asilo, ya que a los que se han atrevido a hacerlo,
se los ha llevado con ellas hasta las profundidades en donde tú esperas con
olor a fantasma.
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