Se abandonó en otras
tierras, para quebrar ese silencio, rechazó varios cuerpos, para vencer el
temor; Y allá, acariciarle el alma y abrazarla en sueños.
Anestesiado por el amor
de antaño, lanzó medias verdades al viento, y éste en respuesta le devolvió un
soplido de hielo que lo congelo por segundos; Pero aún así, no abandonó la
batalla, como un rayo tomó sus colores y la pasión entregada se le volvió
ardid.
Entonces
se le pinceló la mirada y sonrisa en dulce silencio, se marchó pero no en paz,
se llevó consigo, un dolor que el tiempo ya curaría, y en su subconsciente
maltrecho unas sombras le aprisionaron y quisieron hacerlo eterno.
Así anduvo sin rumbo, ni
luz que fuera fuente de su sosiego. Y una buena tarde se detuvo y a lo lejos
recordó aquellos versos del alma, a la expresión entregada como fragancias de
tiempo…Y la flor volvió abrirse para él.
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