Al fin descansaría en paz
su alma atormentada por el recuerdo de quien tanto odió… y amó.
Fue testigo como la
enfermedad la consumía en esta tortuosa existencia día a día, sintió finalmente
su sufrimiento concluir cuando ella perdió la consciencia…Los días continuaron
como copos de nieve mecidos por la fría brisa que va cubriendo paulatinamente
las pequeñas y perdidas huellas femeninas las que se encaminaban al sepulcro
junto al océano.
Cierta noche en que
soñaba con ese rostro pálido, ese entrañable gesto y la tibieza de esa voz,
despertó de improviso y se encontró envuelto entre gélidos brazos...Seis meses
de delirio en soledad, escuchando susurrar su propio nombre en cada soplo de
aire,en cada ola de mar.
El corazón parecía
latirle con más vida, ahora que se sumergía en las eternas pupilas enamoradas,
el ansiado beso pútrido lo arrastró ventanal abajo, rumbo al acantilado.
Claro, él primero la amó,
al desposarla, y ya saberse rico y luego la odió por sentirse atado de por vida
a esa mujer. Ella siempre lo recordaría desde el momento en que puso veneno en
su comida y la dejó marchitarse, invisible al dolor que la retorcía por las
noches, sordo a los gritos de auxilio. En ese preciso momento, ella le esbozó
una sonrisa vacía y aterradora, dándole a entender que venía a buscarlo directo
del paraíso, pero era un paraíso diferente al anhelado, allí no aguardaban
vírgenes sino furibundas almas víctimas de la inmolación, ávidas de perpetua
venganza.
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