Por un ancho corredor vi alejándote, con tanta prisa, que no podía
adivinar la mirada precisa porque tus ojos estaban ocultos. Me quedé parada en
el umbral, con la palabra en los labios. No volteaste, eso dolió más.
Mientras te alejabas, a tu encuentro salían extraños. Mucho alboroto
alrededor. Por un minuto detuviste tu marcha, y regresaste tus pasos hacia mí.
Pero no llegaste a mí, me atravesaste, no pude sentir ni siquiera tu alma.
Quise alcanzarte, pero al girar sobre mis tobillos desnudos, con horror
me di cuenta que en la frente de otra depositabas un beso al tiempo que le
decía:
- ...Serás recuerdo presente - . Me acerqué, y caí de rodillas vencida,
al darme cuenta, que la que recibía tu beso era yo, que acomodada entre
acolchadas paredes, dormía rodeada de cirios, dentro de un esmaltado ataúd.
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