"¡Pervertido,
degenerado!"
Te
dije esto y realmente era tu pasión el haberme encontrado entre tantas noches
en busca de alguien con quien intercambiar ideas, en busca de alguien tan raro
como tú, que te comprendiese en esos momentos en los que dan ganas de no estar.
Te dije esto y la verdad es que no sabía que eso era lo que te motivaba a vivir
en una de mis caricias, en uno de mis besos lujuriosos; Que por las noches te
conmovías con mis sonrisas, y en las mañanas ansiosas y solitarias me tragabas
en vasos con veneno.
Lo
tuyo es eso. ¿Permitiré que te entregues a mis deseos al tiempo que me cuentas
tus secretos?. Me dices que siga leyendo, si es así.
No
querías verme inquieta contra la vergüenza cuando me dijiste que me amabas y
que nada había acabado, pero que, aún así, yo había sido capaz de etiquetar
como pervertido y poco cuerdo el cariño que me entregabas.
"Claramente
lo soy" me dijiste. Claro, tú eras un pervertido, un sucio y degenerado
macho, porque fantaseabas conmigo, con el blanco fondo de esos mensajes, que ya
nunca más volverás a recibir. Fantaseabas con mi olor, el que se impregnaba en
tus ropas, con mi cabello y sobre todo con mis miradas; Fantaseabas con que
estabas a mi lado, y los dos nos abrazábamos en la eternidad de este mortífero
invierno que querías que jamás hubiese terminado. Pero así fue. Y llegaste a
odiar el amarme.
Ahora
estás parado delante de lo debe ser mi tumba, me fui y no te llevé conmigo,
sólo te queda estar inconsciente o mal de la cabeza.
Agitas
los brazos y sé que al hacerlo, se están cortando con tus exhalaciones los
cuchillos que dejé ardiendo en tu corazón y esas horas que pasas días, noches
sin comer, con rumbo fijo a la calle. Solitario y ebrio, buscando excusas
mortales para acabar tu inexistencia del todo y que ninguno de los que dependen
de tí, te necesiten jamás, porque ya no volverás. Porque ya no podrías, nunca
más hacer latir tu corazón para otra persona, el miedo de tu presencia y tu
risa histérica contra la sociedad maquillaron tu rostro de blanco y negro en la
típica tragedia.
Podría
haber muerto atada a las ausentes miradas de los "inocentes", pero
quería culparlos a todos, a todos ellos porque no me veían con tus ojos de
demonio enamorado.
Supiste
que debías dormir junto a mí, dejándote envolver por la niebla que comenzaba a
borrar las formas del viejo cementerio, en donde me descubriste y al cual
volvías cada vez, con un ramo de mis favoritas y una pala...Porque, querido, en
estas noches de hielo, es mejor abrazar unas carnes que empiezan a podrirse que
dejarse atrapar por los lobos, que por ahí, rondan hambrientos.
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