Los días empezaron con el
mismo frío de siempre, y todo se convirtió en cenizas como solía suceder.
Se acercó a la ventana y
vio como la muerte se pintarrajeaba en cada esquina "¿alguien me escuchará
gritar desde aquí? que por favor desande sus pasos y venga a mí, a este ser con
el alma ya vieja y el corazón medio destrozado."
Muchas tardes pasó
sentada a la luz de sus demonios observando como las hojas moribundas caían de
los árboles; Muchas tardes, atrapada en ese débil cuerpo que la desgarraba
desde adentro y le contaba mil historias hasta desnudarle los huesos. Y era esa
dificultad del enfermo mental promedio, la que bordeaba entre lo armónico y
caótico, en el sinsentido de esa luna que la estremecía, ahogándola entre lo
puro y lo sucio que se escondía en su verdadera naturaleza. Esa cómplice
perversión que murmuraba en el fuego del dolor más fuerte que se pueda sentir.
La danza comenzaba junto
a un millón de sombras que emergían de su habitación, con ojos rojos y manos
grises; En esos momentos se volvía más callada, una simple espectadora que
dudaba si podría dar ese último paso, esa breve luz que la haría escapar de la
tortura de saberse apagada en las profundidades agonizando en las mentiras.
Y en tiempos cortos se
contemplaba, ya sabía de sus últimos minutos entre esos muros "puedes
concentrarte en todo lo que tengo, pero créeme que no tengo nada"; Llegó
el majestuoso segundo, mientras fuera el mundo giraba y giraba
incontrolablemente en su plano mortal. Miró con curiosidad a los allí presentes
sintiendo una indescriptible sensación de confusión, pero ya sus recuerdos
rojos se le agolpaban y era imposible huir, ya estaba hecho, sólo le quedaba
abrir más aún la herida para recibir aquel secreto beso que por siempre había
deseado...
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