Tenía frío pero no podía parar, debía seguir caminando a pesar que el pavimento le hiriera los pies desnudos, iba rumbo a recuperar sus palabras, sueños, miedos y cuerpo de una vez, a reconstruirse.
Ya había sido demasiado tiempo tomándola a su antojo con violencia y
desgana, porque "ella no era nada...era menos que nada", lo que
siempre le decía muy cerca, a gritos.
Esa noche había logrado cortar los hilos que lo comunicaban con sus
miembros. Con saña había logrado mantener firme el cuchillo de cocina y
hundirlo varias veces en su pecho; Dormía, borracho...y luego, durmió muerto.
En la oscuridad avanzó a tropezones, internándose entre las zarzas de un
espino, con el vestido salpicado de manchas marrones...Y en el silencio seguía
escuchando esa voz "¿quién va a quererte, así como eres? solamente
yo"...Pero esa vez, no cayó de rodillas ni se resignó a que la puerta
volviera a cerrarse.
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