Todo
comenzó ese día en el que con los pies enterrados en sal, los vio acercarse
desde el horizonte, como una fotografía extraña y desenfocada.
El
sudor corría como perlas negras sobre su piel, y a pesar de eso siguió parada
ahí, observando esa invasión lenta que hace algunos minutos ya comenzaba a
oscurecerla.
El
agua ya le llegaba a la cintura, pero ella, inmutable, no se movió. De repente,
alguien con ojos amenazantes y entre todas esas sombras que pululaban a su
alrededor le dijo en un susurro: "Hay un secreto escondido bajo tu
piel" Abrió los ojos y se encontró parada frente a ese espejo hondo y
gastado, se vió a si misma y algo en sus cimientos la hizo estremecerse
removiendo todo en ella. Corrió las cortinas y sin piedad dejó que la luz entrará
a su refugio, donde habitaba desnuda de alma.
Seguía
escuchando la frase en susurros, con la misma sinfonía, el mismo ritmo, como si
todo fuera el deseo de una misma voz y un sólo corazón.
Su mirada ausente chocaba
contra las fotografías abstractas que colgaban de las paredes, el vacío había
tocado su rostro y en nuevo susurro le vino: "La muerte nos está mirando
ahora, ésas son las buenas noticias..." Y ahí comprendió que las partes de
su cuerpo habían sido creadas a partir de lo que las sombras del rincón amaban,
y que era hora de devolverlas. Así sus reflejos se perdieron dentro del espejo
y así se convirtió en una más en su habitación...En plena noche que no era de
lobos pero sí, de lamentos, donde el viento soplaba tan fuerte que mecía en un
horrible chirrido aquel cartel que colgaba de una cadena oxidada, fuera de la
casona de la esquina que nadie quiso comprar en años y finalmente se caía a
pedazos...
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