Los temblores no cesaban, la fiebre altísima hace 2 días le oprimía los sentidos; Mariluz nunca pensó que así sería el asunto. No lo hizo por voluntad, fue obligada. "¿Qué pensaría Zutanita o Menganita?" le trataron de convencer y como no dejo cubrirse de ideas tontas, lo más sensato que encontraron fue tomarla por la fuerza y llevarla aquel sitio, que congelaba.
Los primeros momentos
fueron horribles, si seguían escarbando perdería la conciencia, dolor abrasador
y penetrante. El olor a químicos le tenía sumergida en los ojos de su amante ya
ido. ¿Por qué no le dejaban conservar ese recuerdo? Ya había sufrido bastante.
Los minutos avanzaban como drogados, a tropezones...Una vez terminado todo el
asunto aquel, la ayudaron a ponerse de pie, las tías concluyeron la transacción
con una mujer de blanco. Ella, pobre y destruida, tanto por fuera como por
dentro, arrastró los pies hacia la puerta, temblaba, el brillo en sus ojos
quinceañeros se había extinguido.
Le acababan de arrancar
el hijo de las entrañas, ese pedacito de carne que crecía día a día en ella. El
hijo, que si hubiese venido a este mundo, de seguro tendría los ojos del
amante, ya el recuerdo se le esfumaría. La noche lluviosa del accidente, a ella
sólo le operaron la pierna que atrapada entre las latas estuvo a punto de ser
amputada. Su amor, el de los ojos dulces, quien iba a su lado, murió mirándola
fijamente. Esa mirada era la que quería en su ya inexistente hijo.
Ya habían salido del
lugar, y ahora esperando el taxi de vuelta a su casa, se pregunta para sus
adentros con la mirada perdida: "Tías ¿por qué no dejaron quedarme con él?
¿por qué no dejaron que conservará un recuerdo de mi padre?".
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