Cae la noche y ya voy
quedándome casi muerta en esta irrealidad.
Me abandono al suspenso
que se supone va en el extraño color de las lágrimas de este cuerpo, que es la
segunda piel que mitiga la ausencia de la ausencia.
Y es la oscuridad que
migra de una soledad a otra, como un soplo inexplicable que necesita escuchar
de esos ecos para cerciorse de la voz "Te extraño...año a año y año";
Pero si apenas un dolor llegué a este silencio y no es la página en blanco la
que me tiembla, sino aquel nombre que está a punto de memoria.
Las horas avanzan como
réquiem para este cadáver prematuro, y que se sepa que aquí comienza mi viaje,
donde a menudo aparecen las imágenes encubiertas por palabras que no se
alcanzan, que no coinciden, y sólo se multiplican en latidos de la mala suerte
o la buena muerte, como amuletos de niña extraviada. Ya tampoco se pueden
desandar los rostros para reconocerlos nuevamente, ni repasar los restos de lo
no pronunciado, sólo queda desviar las pequeñas alas por la ventana que une
pactos en los que registro con precisión de relojero, mis sueños y antojos,
ésos que tienen aroma, textura, tanto de tanto que se alteran en su estructura
molecular cuando el tiempo se tuerce y me ahueco en el espacio entre ellos; Los
manipulo, los atravieso con mi dedo, estudio sus relieves, sus gestos y hasta
la palidez de mi sangre que ya está inmóvil y no intentará reanudarse en su
pulso.
Mi mente rota me regala
años luz que no me devuelven a mi luz, mientras me mecen las sombras como potro
borracho, y yo he de hacerme un vestido muy hermoso con las letras que lloran
de mis dedos, porque ya he de saberme "La inconsolable", la pequeña
muerta que huye con su caja de recuerdos y para evitar olvidos los etiqueta
bajo "No hay nada que me libre de este peso". Allí esperaré que se
cierre la mano para atraparme con el momento, así cuando me vaya, podrán
amaestrarme, así también, trataré de deshabitarme algunos días cual caracol
triste.
Entonces, se precisa
viajar al mundo del irás y no volverás, porque las distancias no miden lo mismo
de noche y de día, tampoco miden lo mismo las distancias llenas y las vacías.
...Se crea el silencio perfecto hasta las primeras del
alba, donde en un grito reaparece la pregunta eterna "¿A quién le reclamo
el pensamiento de desconsuelo al sentir que colores ya me vuelven a la
piel?".
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