domingo, 22 de febrero de 2015

CRONOS


Esa mañana los relojes no funcionaron, no estaban sincronizados con el suyo. Muchas otras cosas no seguían el ritmo habitual, pudo percatarse de esto camino al trabajo. Hasta el clima estaba extraño pero al resto de las personas no parecía incomodarles.
A medida que avanzaba la mañana comenzó a sentirse mal: Dolor de cabeza, molestias en las articulaciones, un terrible y angustiante malestar estomacal; Pensó en tomarse libre la tarde, pero no podía, necesitaba ese dinero. Su antipático compañero de sección, lo escudriñaba no muy disimuladamente.
Por varias horas quedó solo, porque el señor carisma tuvo que ausentarse a causa de una emergencia. De un momento a otro, un sudor frío lo cubrió por completo, temblaba e incluso se le nublo la vista repetidas veces.
Cayó al suelo, mientras se apretaba fuerte por los hombros con expresión de angustia, se sintió más liviano, a segundos después comprobó que no tenía piernas, y no era como si se las hubiesen cortado, no había sangre, simplemente desaparecieron. Ya tampoco tenía brazos, se había convertido en un torno que se movía entre retorcijones.
No había nadie cerca que lo ayudase, ni siquiera el antipático compañero, que en esos minutos lo añoraba más que nunca...Y así comenzó a esfumarse como si nada, no encontraba explicación para aquel inusual acontecimiento.
Ahora, se sentía flotar, como en pequeños pedazos de algo indescriptible...Su transformación había concluido. Él siempre había sido de esos tipos soñadores y poco cuerdos, la mayor parte del tiempo divagaba entre sus pensamientos y sueños.
Y ya haberlo deseado tanto dio frutos, pero de una extraña forma, no, como él imaginaba...Se había convertido en partículas, en parte de un micro cosmos, era lo que llaman “aire; Estar en cada lugar con sensaciones distintas, emociones sin control.

Se había dejado abandonar, ya era libre, y cuando sé es libre el tiempo no corre. Justo en ese momento entendió la dispar sincronización de relojes

EL DISFRAZ DEL CAZADOR ARREPENTIDO





"¿si dormimos en este momento, nos soñaremos como de antaño?"

Al borde se encontraba casi a punto...Hasta que sintió fuertes dedos sujetándola. Una sonrisa y el brillo de esos ojos tristes fue suficiente para que desistiera. Se sentaron en la acera y hablaron por horas, descubriéndose mucho más del alma. las palabras ya no existían, ahora eran sensaciones que volaban demencialmente alrededor de ellos.
El frío los hizo dejar la calle y abandonarse entre sábanas y piel....Una piel que parecía eterna.

...Ahora meses más tarde y sólo un segundo de oscuridad, le bastó para volver a ver con la frialdad que la caracterizaba...Ésa, que él le quitaba a ratos, y ya a punto de salir por el gran portón de la casa de la risa, tenía muy claro lo que haría..
...Aguardo el anochecer, cobijada de árbol en árbol, ya las horas la llevaron hasta él. Parada frente a la puerta de su casa, supo que no estaba solo, eso quería, tenerlos a los dos.
Suerte la suya de abrir la puerta como en las películas, con una simple horquilla; El pequeño pulgoso no le ladró, ya la conocía, hasta la saludo. Ella le sonrió mientras acariciaba la cabeza. Lo encerró en una habitación.
De paso en paso por el corredor, los sonidos de placer se hacían más audibles. Entró sigilosamente por el invernadero y llegó al dormitorio y los vio, revolcándose como animales. Apretó los puños y comenzó a temblar, dejando aflorar todos esos gritos que guardaba silenciosos desde la última vez que hablaron, desde la vez que la "depositó" en ese horrible sitio, plagado de almas podridas.
Ella se dio cuenta de su presencia y él con expresión de desconcierto, trataba de disculparse ante la nueva acogida. Se acercó, y agarrándola por el pelo la lanzó contra el armario, desnuda como estaba se arrastro a la puerta, pero le bloqueó el paso y le pateó las costillas, tan fuerte que quedó ahogada un rato entre toses.
Él, decidido se paró y la agarró de las muñecas, y ese momento pudo percatarse del cuchillo que tenía, la miró estupefacto como diciendo: "¿qué te ha pasado?...eras dulce". No pudo responderse desde dónde diablos sacó fuerzas pero lo empujó contra la pared, acto seguido se agachó a donde estaba ella, la miró un rato largo a los ojos y se rió en su cara, ella a esas alturas, lloraba.
La agarró del pelo y arrastrándola fuera de esa habitación invadida de olores sexuales, le pateó hasta dejarla casi inconsciente, trató de defenderse, pero eso exaltaba más la ira de "la perdida". Luego fue por él con el cuchillo en mano, ya no sentía nada, y estaba segura que actuaba por inercia. Lo miró, la miró. ¡Y en el colmo de todo, trató de sobornarla con caricias y besos!...Le arrancó los ojos de cuajo y se los llevó para que ya no mirará a nadie más, ni siquiera a ella misma; También se llevó su corazón...Y ahí quedó, desangrándose en el suelo,, pero vivo, no quiso matarlo. Quería que sufriera, que la tortura fuera eterna, lo que ella encerrada en soledad había sentido, pero con un grado más de salvajismo.
A ella se la llevó a un sitio alejado y sin pensarlo dos veces le clavó el cuchillo en el pecho, en la cabeza, que se la destrozó a puñaladas y el corazón, se lo dio de comer a unos perros vagos que rondaban el sector.
El otro corazón se llevó a cuestas al lugar en donde comenzó todo y al que sabía que en tiempo no regresaría. Con la sangre que había perdido entre torrentes de miradas, llegó al lugar maldito, dispuesta a deshacerse del remanente de sentimientos que aún le quedaban, a enterrar en lo más profundo de la tierra, su amor por él.
Horas más tarde, alguien le leyó una nota que estaba media arrugada sobre la cama:
"Ya sabes dónde encontrar tu corazón, estará junto a toda esa pasión que te entregué. Pero tendrás que usar las manos, porque ni pala te dejé."

miércoles, 4 de febrero de 2015

A NO OLVIDAR, OLVIDAR


Oliver había nacido en el circo, su madre había sido sacrificada a las pocas semanas de él haber llegado al mundo, las leonas fueron sus nodrizas.
Oliver, fue criado entre viajes, risas,  amigos humanos y amigos de otras especies. Se llevaba muy bien con Dulce la monita titi, que ayudaba en el acto de magia al payaso Antoneto. Luego de cada función, ella se acercaba a la jaula y le contaba como era el olor de los niños, cada uno tenía un perfume distinto,  lo que le disgustaba era que la agarrarán en cada momento cuando se tomaban las fotos del recuerdo. El elefantito nunca había conocido a un niño de cerca, a él lo dejaban en el centro del escenario y no permitían que se acercará demasiado al público; La primera vez que trató de hacerlo (porque vio una manita que se agitaba en el aire, un saludo infantil pensó él), sintió una fuerte punzada en su costado izquierdo, retrocedió y vió la cara de su domador que sonreía entre aplausos. Desde ese momento el joven Oliver supo que no era su derecho conocer a personas ajenas al circo, ni siquiera a los niños que viajaban con él en la caravana, una vez quiso acariciarle con su trompita el cabello a la hija del contorsionista, pero a lo lejos divisó a su domador y retrocedió pocos pasos en su jaula hasta internarse en las sombras.
Así siguieron sus años en el circo, hasta su domador murió, y llegó otro reemplazante, una persona malvada, él lo supo desde el segundo en que se paró frente a su jaula y le dijo:
- Eres un bicho más…Nada que no pueda controlar –
Oliver ya era adulto, amigos humanos ya no tenía y entre los animales varios habían partido. Le enseñaron nuevos trucos, algunos difíciles de hacer a la primera, el nuevo domador se encargaba que de que aprendiera rápido. Tanto fue así que una vez no hizo su número porque estaba muy enfermo, le dolían las costillas y no se podía mantener en pie, tenía mucha fiebre, pero al día siguiente tuvo que pararse en el escenario y esforzarse por cumplir en su trabajo.
Antoneto a veces lo iba a visitar, pero en la mayoría estaba ebrio y si no le cantaba, le lloraba. Pero Oliver no se quejaba, no le importaba el olor a licor barato, porque al menos durante pocos minutos tenía una compañía.

Era el día del gran estreno, eso había escuchado por semanas, llegaban a una nueva ciudad, una más grande y con más público, más niños y más ganancias; Porque ahora también, aparte del circo, habían montado otro negocio, luego de las funciones, se podía seguir disfrutando en la pequeña feria con juegos y dulces.

Antes de cada función, como era costumbre de su domador se acercaba a la jaula, y con látigo en mano, le advertía que siguiera sus instrucciones. Ya estaba cansado del trato que recibía, cada uno de los golpes los tenía grabados con día y hora. Y llegó el momento del acto de Oliver, esta vez le pusieron un cuello de encajes, y así fue dirigido hasta el centro del escenario, los primeros minutos lo hizo bien, hace días sus patas le estaban fallando, y cuando se tuvo que sostenerse en una, no pudo y recibió una horrible punzada en sus costillas, Oliver entre el dolor e ira, lanzó una trompada a su domador haciéndole que éste cayera de bruces y soltará el látigo y el otro instrumento de tortura. Entre la expectación de la concurrencia, el elefante pisoteó al hombre caído y salió de la carpa lo más rápido que pudo, entre gritos, llantos e inútiles esfuerzos por contenerlo.
Oliver huyó sin rumbo fijo, se alejó entre frondosos bosques. Escondido entre el trinar de pajarillos y la humedad de los árboles, sabía que lo buscaban, incluso llegó a temer aquella noche en la que sintió disparos al aire y varias voces acercándose.

Varios días estuvo en busca de comida, hasta que encontró ese lago y supo que ese sería su hogar. Por las tardes, cerraba los ojos y volaba junto a las aves, cuando los abría ya era de noche y conversaba con los grillos y las mariposas, se tendía entre hojas secas y era una ardilla o una liebre. Podía ser muchas cosas a la vez, tenía esa capacidad.
Tiempo, no sabe con certeza cuánto, pasó por él. Sus días los hacía entre el bosque y el lago, y poco a poco se sintió observado desde el frente.

Muchas personas acudieron al lugar, tras haber escuchado la leyenda del elefante que vivía en un bosque que estaba en medio de la ciudad, necesitaban comprobarlo. No entendían lo que hacía cada mañana, se paraba a las orillas del lago y agachaba la cabeza por varios minutos, cierta vez estuvo así por casi una hora.

Oliver, era muchos animales, ahora sólo sabía de las criaturas del bosque, no recordaba nada más, ni siquiera sabía que era él. Por eso cada mañana se acercaba al lago, y observaba su reflejo en el agua, tratando de reconocerse a cual de todas las criaturas a su alrededor pertenecía.
“¿Qué es lo que soy?”, se preguntaba todos los días.