Regresé al
lugar de los hechos después de meses de lo ocurrido, necesitaba recuperarte,
guardarte en mi baúl de recuerdos sepias.
Nuestra
última mirada, tus ojos en los míos, esa lágrima mutua, sentimientos mezclados,
el adiós que pensé que sería el final de todo.
El cuchillo
que hundí en tu pecho una y otra vez, como tratando de borrar esas palabras
eternas. El brillo de tus ojos se extinguía y yo me despedí con un apasionado
beso en tus labios que burbujeaban sangre; Te corté los brazos y las piernas,
te envolví la cabeza en una bolsa negra de basura, solamente al descubierto
dejé tu torso como queriendo recalcarme lo que ya hace tiempo se había acabado,
como tratando de grabarme esa imagen de tí, un tú que se escapaba de mí, de mis
brazos, de mi piel...
Hace días
había estado buscando sitios en donde ponerte, encontré uno muy cerca de
nuestra casa, entre matorrales y poco frecuentado. Te llevé a rastras a eso de
las tres de la madrugada, entre el silencio, los bichos y el viento, avancé a
tropezones en la oscuridad; Con la mirada perdida, cubierta de sangre, sudor y
lágrimas, sólo llantos sordos. No cavé muy profundo, mis manos no daban más,
muy pedregosa estaba la tierra. Te miré con tristeza y me encaminé a casa, tan
cansada estaba que me quedé dormida en el sofá.
Los golpes
desesperados al día siguiente me arrancaron de mi sueño. Al parecer no fui lo
bastante cuidadosa, hubieron testigos de nuestra despedida...
Ya me han traído varias veces a este sitio, y
aún no te encuentran...No podrán hacerlo jamás, tendrían que arrancarte de mi
alma, porque de mis entrañas ya te esfumaste y estabas realmente exquisito.
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