Se asomó a la ventana de su prisión, esa horrenda pieza de motel barato en la que hace 3 semanas se había encerrado, para así olvidarse del mundo y de su propio crimen.
Aún recordaba esa noche
en que por sus manos corrió la sangre de la desgraciada criatura; Como se
retorcía entre gritos y lágrimas, mientras ella esbozaba sádica sonrisa de
oreja a oreja. Luego se dirigió al espejo y se maquilló con esos tristes
coágulos de sangre y se vistió con la sombra de la que ya era. Pero no le quedaba
muy bien el traje, se sentía vagamente silenciosa.
Esa noche, apoyada contra
la pared, resbalando de a poco, dejó que descansarán sobre su regazo las tripas
de la infortunada. Sólo una gota salada autorizó para que corriera mejilla
abajo, nada más.
Pasadas las horas se
sintió desarraigada completamente de aquel jardín. "¿Por qué lo hice, por
qué?" se preguntaba una y otra vez.
Ahora, desde la ventana
vuelve a evocarse sonriendo - a su estilo - pero sonriendo, dejándose envolver
por la calma de la tarde esa funesta noche en la que encerrada en aquella
maloliente habitación, cometió el peor de los crímenes, ese pecado con el que
debería existir, tal cual es, como fantasma.
Su cuerpo había podido
dejar, abandonar, porque lo odiaba, pero la esencia, lo que llaman alma, se
había quedado prisionera en el lugar de los hechos, que le atormentaría los
días que fuese necesario para acallar la culpa de su propio asesinato...