Era
una vieja casona que a finales de los años 70s, sus grandes habitaciones habían
sido modificadas, pensando en pequeños grupos familiares.
Ella
ya había llegado hace un mes, pero aún no se mostraba. Todos se sentían
curiosos por saber quién era, de donde venía. Pero el inquilino de frente al
departamento 11, la conocía muy bien, ya que su ventana de cocina daba a la de
ella. La veía moverse en las noches, desplazándose con tal gracia, que el sólo
hecho de prepararse un café se convertía en toda una danza.
Pasaron
varias noches en ese ritual, ella quizás ya tenía conocimiento que del otro
lado había un espectador, las danzas cada vez se volvían más sugerentes, más
evidentes. Él, un hombre de 30 y tantos, anclado bastante tiempo en una soltería
sin libertinajes, se vio tentado por esa mujer, que le pareció inmaculada
apetitosa.
Dejó
pasar al menos otras 4 semanas antes de presentarse como es debido ante ella.
El
secreto no ha de divulgarse, no quería tener que lidiarse con la competencia
que de seguro aparecería.
Llegó
la noche acordada con su sombra, la noche en que ambos verían ojos a ojos a la
apasionante inquilina del departamento 11. Tocó a su puerta, llevando una
botella de vino en señal de bienvenida. Al momento de abrirse ésta, el impacto
fue tremendo, no podía creer que mujer tan hermosa viviera sólo a metros de él.
El cabello rojo como ondulado fuego, le llegaba más abajo de los hombros, la
piel pecosa era una invitación a cometer canibalismo, esos ojos verdes le
miraron con destellos de misterio, y los labios con el rosa natural se curvaron
en una sonrisa. Lo invitó a pasar, él ya estaba entre ansioso y descolocado.
Dentro,
en la morada de la diosa, reinaba el frío más indescriptible que él hubiese
podido sentir antes, a pesar de la estación, tanto frío no se justificaba. Se
encogió como tratando de conservar el poco calor que le quedaba en el cuerpo.
Ella se dio cuenta y encendió la calefacción, una maltrecha estufa a gas.
Descorchó
y sirvió, hablaron de varias cosas. Ahí se enteró que era profesora de inglés,
pero que estaba con licencia por esos meses, esperaba a terminar el
tratamiento. Entre risas, historias y cómplices miradas, no tardaron los besos,
los abrazos, las caricias que los llevaron al dormitorio. Se entregaron más en
cuerpo que en alma; La verdad es que él, no pretendía involucrarse con alguien tan
pronto, aún en su interior ardían sentimientos encontrados por la última pareja
a la que dejó plantada en la estación de buses. La muy maldita, le había sido
infiel…Y ¡con su mejor amigo!, no perdonó ni a amigo, ni a pérfida. El mejor
consejo que en esos momentos pudo darle Despecho.
Y
ahora muchos meses más tarde se sorprendió al verse enredado en los brazos de
la pelirroja, que gemía y le llenaba de besos el cuello, el pecho y así hasta
acabar en un frenesí.
Esa
fue sólo la primera noche, le siguieron muchas más, luego también incluyeron
días. Pero él siempre sin tomárselo en serio.
Llegó
cierto día en cual él temía, ese día en que ella evidentemente había perdido la
paciencia y le preguntó:
-
Bueno, dime tú ¿qué es esto? ¿Estás enamorado, me amas? Nunca lo dices –
Esas
palabras sonaron metálicas y lejanas, él no pensaba responder a nada. Minuto
quince, ella despareció por el pasillo. Molesto él, salió de casa y volvió por
la noche. En medio de la oscuridad, no le fue posible adelantarse a su destino,
lo último que escuchó fue el rozar de pies en la alfombra.
Al
abrir los ojos, se encontrado desnudo y atado a la cama; Amordazado no, tenía
la lengua traposa era señal que algo le había inyectado la mujer esa, la de los
cabellos rojos, la del misterioso brillo esos ojos endemoniados. Tenía frío.
Ella
llegó con unas tijeras, y le cortó todo el cabello, dejándole calvo entre
dolores, raspaduras y cortes. Los que ella lamió uno a uno, mostrando un
enfermizo cariño.
Pero
lo peor estaba por venir, tantas horas propinándole golpes a sus costillas,
cortes en las piernas, quemaduras en los brazos, él ya se había vuelto
insensible al dolor. Desde ese día no la volvió a ver y pensó que seguramente
se habría marchado, porque no percibía ningún tipo de ruido por el
departamento. Pero en un momento fue a rastras a la cocina por agua, y la vio
del otro lado, besuqueándose con otro tipo.
Pero, ya no sentía nada por ella,
lo que ella le provocó en un principio fue sólo concupiscencia, la que
se prolongó demasiado a su parecer
Fue
el último día en el que ella se aproximó, lo beso y lo acarició con extremada
dulzura, antes de producirle la ignominia postrera. Ahora está seguro que
desapareció para siempre, pero al menos descansa de esa locura, mientras se
desangra lentamente, abandonado a su suerte. Sin poder gritar, hasta la lengua
le había cortado y sacado las cuerdas vocales.
Mira con cierta nostalgia
esa parte de su cuerpo que yace separada hace dos días, desde la última noche
que tuvieron en la que ella, la diosa de cabellos rojos, procedió a castrarlo,
al tiempo que lo besaba con más ternura que nunca.